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BIBLIOTECA ELECTRONICA

C
1º JORNADAS NACIONALES de BIOÉTICA y DERECHO

Buenos Aires
, 22 y 23 de agosto de 2000 
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires

Organizadas por:
Cátedra UNESCO de Bioética (Universidad de Buenos Aires
)
Asociación de Abogados de Buenos Aires

 
PONENCIAS
 

LA BIOETICA, EL DERECHO Y ALGUNAS DE SUS DIFICULTADES

 

por Marcelo Rodríguez Jordán

 

 

1.- Las causas de esta ponencia:

                                                En oportunidad de encontrarme como oyente en un Congreso sobre Responsabilidad Profesional de los Médicos, un facultativo vinculado al arte de curar se quejaba de la lentitud conque los legisladores trataban en el recinto algunos temas relacionados con la bioética, lo que demoraba la sanción de leyes que serían de gran utilidad para reglamentar aspectos de la investigación científica.

                                                Más allá de la morosidad que caracteriza a muchos de nuestros legisladores (que suelen confundir los "intereses nacionales" con los "partidarios" olvidando, en algunas ocasiones, a quiénes representan), aquella circunstancia me permitió discurrir sobre la posibilidad de no descartar que esa lentitud pudiera presentarse como justificada. Es cierto que no me consta que ello sea así, pero me hace bien pensar que sus famosos atrasos pudieran tener razonable explicación.

                                                                       

2.- Algunas dificultades que justifican demoras:

                                                Obiglio (1), quien prefiere aludir a la bioética con los términos "ética biomédica", nos brinda diferentes definiciones de ella: "ciencia que estudia el valor de la vida humana y sus implicancias para el comportamiento responsable de los hombres"; "estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales"; "ciencia que estudia la moralidad de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida"; "disciplina que estudia los aspectos éticos de la medicina y la biología en general, así como de las relaciones del hombre con los restantes seres vivos"; "estudio de la moralidad de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida"; etc.

                                                Como vemos, "ética", "moral", "conducta", "comportamiento", son las palabras constantes, reiteradas, en las definiciones de bioética o de ética biomédica. Tal vez no sea justo que tales vocablos aparezcan desde el año 1971 como "apropiados" por la medicina, puesto que todas las ciencias y disciplinas que tienen al hombre por protagonista están impregnadas por ellas. Antes de aquel año no se había agregado el prefijo "bio" a la palabra, pero la "ética" estaba -o debía estar- presente para marcar el horizonte de los profesionales médicos y sus prácticas.

                                                La aplicación de la tecnología en el terreno de la ciencia ha contribuido a socavar las estructuras morales del hombre (del hombre inmoral, claro); y nos ha conducido a problemas nuevos que proponen variadas soluciones.

                                                Temas tales como el "aborto", la "eutanasia", la "clonación", la "fecundación asistida", la "criogénesis", el "alquiler de vientres", la "manipulación genética", entre otros, invitan a una ineludible discusión en donde la medicina sólo puede aparecer como un condimento secundario, algunas veces hasta insípido. Siempre en este menú el platillo principal lo constituirá el hombre y, obviamente, la ética.

                                                De tal manera, decir que lo ético es transitar la senda de lo "correcto" y que tal camino aparece estrechamente vinculado con las nociones de "bien" y de presunta "obligatoriedad", no es ni más ni menos que adelantar que el tema que nos ocupa está circunscripto por parámetros sinuosos, difíciles y mutables; ello, por la gran variedad de enfoques conque los distintos pensadores, a lo largo de la historia, han apreciado tales ideas y conceptos; por la gran variedad de enfoques conque, en definitiva, las distintas personas en general observan este valor. Cada cual tiene su propia idea de lo "correcto". La ética, entonces, es un valor cambiante. Es una pauta reguladora de conducta.

                                                Pero aquellos desdibujados contornos parecen desvanecerse aún más cuando "ética", "religión", "derecho" y "moral" se hacen presentes frente a un eventual conflicto. Por ejemplo, téngase presente que algunas legislaciones no sancionan a la eutanasia como delito; sin embargo, desde la mirada de la religión cristiana, tal conducta puede ser vista como pecado y, desde el ángulo de la ética, no necesariamente tal acto es -o será- apreciado como algo incorrecto -o sí-.

                                                Como si esto fuera poco, es usual emplear como sinónimos los términos "ética" y "moral", si bien desde la filosofía es posible diferenciarlos interpretándose por "ética", sintéticamente, a las obligaciones del hombre pautadas en normas de conducta correcta y, por "moral", a la ciencia que trata del bien.

                                                Con respecto al "derecho" y la "moral" y su hipotética distinción podemos decir que, no obstante tener por núcleo ambas disciplinas al comportamiento humano, el derecho se encargará de la actividad exterior del hombre garantizando el cumplimiento de sus normas a través de la coacción (2); mientras que la moral se ocupará de los asuntos de conciencia o, lo que es decir lo mismo, de las cuestiones internas de aquél. Además, mientras que puede afirmarse que toda conducta antijurídica encierra en ella un sustrato inmoral, no toda inmoralidad constituye delito penal o civil: la "mentira" es el clásico ejemplo conque los autores suelen caracterizar nuestro comentario.

                                                "Etica" y "religión", por su parte, se muestran coincidiendo en la connotación de una faz introspectiva, adunándose las ideas de "pecado", "arrepentimiento", "redención" y, como no podía ser de otra forma, la "noción" de Dios.

                                                En las sociedades primitivas no existía una adecuada delimitación entre "derecho", "moral", "pecado", "magia", "religión", puesto que sus contenidos eran entonces confundidos (3). En la actualidad, si bien puede mediar dificultad en los alcances de los respectivos conceptos, las fronteras aparecen mejor marcadas.

                                                Cuando se habla de ética, nos hallamos frente a un valor cambiante, a un concepto cuyo significado puede variar y, de hecho, varía constantemente. Así como alguna vez la esclavitud no merecía reproche social alguno, hoy no podemos formular la misma aseveración.

                                                Mas esta posibilidad de transformación no es solamente con referencia al lugar y al tiempo, sino también, como dijimos, en relación a cada persona en particular. Cada uno de nosotros tiene por norte a seguir sus propias normas éticas en las distintas esferas de su vida, que podrán coincidir o no con las de otro u otros.

                                                De todos modos, sea como fuere, a pesar de encontrarnos ante "mutables cuestiones de conciencia", el legislador se ve obligado a codificar la ética con la que se ejercen distintas profesiones liberales (la abogacía, la medicina), para evitar con ello que cada cual juzgue de manera antojadiza cada hipotética situación que pudiera plantearse, regulando y fiscalizando la relación de los profesionales con sus clientes o pacientes, con los tribunales y hospitales, con sus respectivos colegas.

                                                El legislador, pues, debe petrificar en la norma escrita lo que es en esencia cambiante y subjetivo; ha de congelar en el papel ni más ni menos que la noción de lo que es "correcto" para un determinado sector y, tal actitud, no puede menos que generar variedad de opiniones en momentos de interpretar la disposición legal o reglamentaria de la que se trate. Encapsular la realidad moral del mundo profesional de los médicos aparece como un accidente antinatural, pero también asoma como una cuestión útil e imprescindible a la hora de afrontar la resolución de posibles problemas.

                                                Mientras que algunos pueden ver en la tipificación escrita de normas éticas una reacción negligentemente tardía del legislador de turno; otros, podrán apreciar en tal comportamiento moroso la consecuencia de un acto reflexivo.

                                                Los avances tecnológicos en el campo de la investigación científica son más vertiginosos que los que pueda plasmar la ley, principal fuente del derecho. Esta circunstancia produce un desfasaje entre la realidad y la regulación normativa que debe contemplarla en los supuestos en que aquélla pueda ser motivo de conflicto.

                                                Y, la bioética, propone conflictos permanentes y en los que no todos sus protagonistas coinciden en una única y probable solución. Esta falta de acuerdo se brinda, aun, en los casos en que existen ya leyes regularmente sancionadas (a pesar de encontrarse vigente la ley que reglamenta la ablación de órganos, todavía se escuchan voces que sostienen que, el fomento de la donación de material anatómico para transplantes, incentiva la práctica de la eutanasia -homicidio- con fines altruistas). La bioética propone cuestionamientos infinitos; y, el derecho, no puede hallar todas las respuestas. Pensemos un momento sobre los adelantos conseguidos a través de la investigación acerca del geoma humano, los que autorizan presumir hoy, con mayor fundamento que antaño, que la ciencia está a pocos pasos de lograr, quizás, la forma de evitar el degeneramiento celular y, con ello, de vencer definitivamente a la enfermedad. De conseguirse, ¿se pretenderá después intentar la consecución de la vida eterna?

                                                Es obvio que la ciencia debe trazar sus propios límites; la naturaleza puede ser uno; pero, de así no hacerlo, no quepan dudas que los impondrá la ley, aunque tal circunstancia pudiera producirse tardíamente. Los progresos son más que significativos y de difícil resolución para el derecho. Se está yendo muy rápido; sin embargo, una sola es la pregunta que se nos ocurre para terminar con lo que puede ser un comienzo: ¿sabemos hacia dónde?

 

 

NOTAS ACLARATORIAS:

(1) Obiglio, Hugo O.M.: "Pensamientos sobre una ética para el hombre de nuestro tiempo: una mirada sobre la bioética", en Revista de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional", Año XII, Nº 23, julio/septiembre de 1999, p. 217.

(2) Montejano, Bernardino: "Curso de Derecho Natural", ed. Abeledo-Perrot, Bs. As., año 1978, p. 167.

(3) Terán Lomas, Roberto: "Delito y Pecado", en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, año 1958, Números 96/97, p. 133.

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